lunes, 29 de abril de 2013

Sofía sale al concurso de Ortografía.

Sofía encontró un papel en la calle cuando  iba  para el colegio, aquella mañana estaba corriendo para llegar temprano, se detuvo un instante,  tomó   la carta en  sus  manos y llegó, no se fijó quienes estaban en la puerta,  ella siguió pensativa y con ganas de abrir el  escrito, entró, no recuerda que estaban revisando al ingreso, que parte del uniforme estarían pidiendo, solo apuntó a entender que la neblina  y muchas nubes estaban  ya sobre  el patio, pero los colores, el título de “Día del idioma” muchos estudiantes con bolsas, trajes, maquillaje, y salones abiertos fue lo que  la entretuvo, ya las carteleras estaban fijadas en las paredes. Todo estaba bonito.


-Sofía vas a ir al concurso de ortografía,  sube rápido, te espero en el salón.
Desde el segundo piso le dijo la profesora. Ella miro tímidamente, se fijó nuevamente en la carta que había encontrado, en el escrito que le impulsaba a leerlo, pero entonces muchas compañeras pasaban, la saludaban. Sofía sentía el brillante de la ropa, el  festejo del día del idioma, las coplas aprendidas, las carteleras en oportunidades fijas y transparentes, calladas  y mudas, como esperando,  silenciosas. Ese amanecer tenía el olor de la cinta pegante, de las flores que estaban en la tarima.
-¡Su cartelera Sofía¡ la necesito a la entrada de la emisora.  Le dijo su docente de literatura.

Sofía seguía entretenida con las demás carteleras, con el concurso de ortografía, con los trajes que tenía Dora en bolsas negras,  ella había  visto llegar a la  profesora con dos   paquetes bien amarrados, venía detrás de ella y solo pensaba en su papel y qué  vendría allí, quería saber, escuchaba gritos, sentía música y hasta ensayo  de poemas.
Pasó la primera hora y no entró a clases por estar mirando y leyendo todo lo que decían en  cada pared, estaba percibiendo,  mirando   cada detalle, subió al segundo piso y allá escuchó la voz de un hombre que decía:

-Desde la cuna...
a mi mare de mi alma
la quiero desde la cuna,
¡por Dios! no me la avasalles
que mare no hay más que una
y a ti te encontré en la calle.¯
Recordó que es  la última estrofa del poema  “GLOSA A LA SOLEÁ”  de Rafael León y que su profesor de Castellano le había explicado hacia unas semanas. Se acercó más a la puerta,  sintió la expresión, la declamación y el sentimiento del hombre que lo entonaba, no reconoció la voz, solo se quedó escuchando todo el ensayo.  De repente la puerta se abre y ella baja corriendo las escaleras, entró  aún salón donde estaban unos niños disfrazados de animales y haciendo movimientos de cada uno de estos. Allí se quedó un ratico, detrás de una silla. 
-Ya estamos en la segunda hora, a la tercera es la izada de bandera. Gritaron desde el pasillo dos  profesoras que insistían en apurar a los chicos disfrazados.
Dos mujeres iban pasando y subieron las escaleras, reconoció la voz de las docentes,  ella salió y se fue al salón que estaba al lado, allí  tres estudiantes practicaban  con entonación del español Ibérico una obra de teatro,  un chico que representaría el  Quijote y al día siguiente de Antonio Nariño. Sofía es amiga de  Osnaider, pero en ese momento no le puede hablar del papel que se encontró en la calle, se entretuvo viendo como practicaban y repetían, cada uno se desesperaba. Ella solo quería escuchar y entender la obra, jamás quería ser Dulcinea.

Inició entonces la fiesta de la palabra, la izada de bandera, todos los estudiantes estaban en el patio, Sofía aún guardaba en su bolsillo el papel que encontró en la calle, estuvo tranquila y escuchó atenta cada expresión,  se hizo muy cerca de los actores que interpretaban danzas  referidas al bicentenario, vivió la música,  recordó la vida de  Rafael  Pombo al  ver  una  alegoría de Rin Rin Renacuajo, el rostro de los  actores, el vestuario colorido, la sensación de estar en el siglo  XIX , la música, el canto al bicentenario de Cundinamarca, los personajes entretenidos que iban contando historias, la actuación en el escenario gigante.

Esa mañana hizo sol y disfrutaron de  obras de teatro que mostraban el silencio y la atención, llegó un momento de concentración que la   voz silenció al público, la declamación del profesor que estaba ensayando  aumentó más la celebración del día del idioma, todos aplaudieron al escuchar las palabras “que mare no hay más que una  y a ti te encontré en la calle”  así finalizó  la poesía, pero ahora llegaba la danza, la expresión corporal de dos jóvenes que Sofía disfrutaba al verlos, el ritmo con música caribeña, el de la época actual al cambio de danzas  del ayer, las faldas voladoras, la sonrisa de siempre, la música y el baile mostraban la alegría de la Fiesta de las Palabras, el día del idioma se celebraba con entusiasmo y al paso  de los arlequines, esas máscaras que recuerdan el teatro, la  búsqueda de perpetuar situaciones, la figura lánguida  del quijote pintada en las carteleras, las miles de palabras colgadas en las paredes, todo eso ocurrió el día del idioma y ella, abrazada ante la música, frente a la corporeidad y elasticidad de Sebastián, ella se sintió exquisita ante el evento, sorprendida y amante ahora más de las letras, ese día no pudo leer el papel que se encontró en la calle, pero salió corriendo para la biblioteca a presentar el concurso de ortografía, ahora estaba más serena, más tranquila y con los deseos  de ganar.
Endri Martín Torres Romero.
Magister en Filosofía Latinoamericana.


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